Evidencio Triputti nace y trabaja en Rosario; y en el Pasaje Francés pone su nueva agencia de investigaciones, junto con Daniel y Rogelio Salmona. Es un hombre mayor, decidido a meterse donde no lo llaman y también a no dejar que su vida sea demasiado tranquila. Rencores viejos y el alerta de un amigo, el Comisario Vignoli lo hacen emigrar por un tiempo desde Rosario hacia Casilda. Oculto a la vista de todos. Las muertes de dos alemanes viejos y olvidados lo ponen de nuevo en marcha, de la mano del citado Vignoli y su ad later Urueña, un reservado colaborador informático de la policía. Historias clausuradas. Muertes olvidadas. Reliquias de otras guerras y parte de muchas vidas oscuras que salen a la luz; dentro de la paz de esa ciudad tranquila del sur de la Provincia de Santa Fe.
A nadie le resulta raro el clima de paranoia y desconcierto que puede despertar una enfermedad. Menos, la idea de que esa enfermedad pueda derivar en una invasión de zombis. Ya sea en el mundo real o en las series que todos citan, ambos conceptos nos saben a lugares comunes. Pero, ¿qué pasa si eso mismo es contado desde el punto de vista de una pareja preocupada por los pañales de su beba? ¿O por el hecho de que el fuego de la relación se ha perdido y no saben qué hacer de esa vida juntos, para nada excitante? Este contrapunto es lo que subraya la originalidad de El viento de la pampa los vio, novela de Juan Ignacio Pisano, escrita antes de El último Falcon sobre la tierra. En sus páginas, el autor inventa un nuevo género: el del “terror gauchesco”. La llegada de un extraño mal que vuelve (aparentemente) loca a la gente sorprende a Hilario, Amalia y la pequeña Mara en plenas vacaciones en Las Grutas. De esa quietud adormilada, pasamos a una road movie rockera en donde la acción se combina con dos padres que arman, en la intimidad, un mundo en donde criar a su beba. Claro, siempre que pueden escapar del malón zombificado que cada tanto emerge, en muchos casos, a la manera de cuadros grotescos que no retacean lo horroroso. Pisano recurre a cierta compasión y amor familiar que hace juego con la sangre, los rostros desencajados por el hambre y la sensación de que todo momento es el último. Porque quizás lo sea. Resta leer el libro para averiguarlo.
Fernando Bogado
La mansa brutalidad del mundo nos sumerge en la locura y la perversión, la rabia y el miedo, la culpa y el deseo, la redención y la venganza: sentimientos encontrados y salvajes tan familiares en la escritura de Liliana Díaz Mindurry. Si bien no se trata en sentido estricto de una novela de terror, el terror nos atraviesa y no nos suelta. “Algo había en el aire, y no es que no se sintiera: se sentía perfectamente, un aire de traición”. Leemos con temor y temblamos ante las palabras que nos atrapan en su red. Palabras de horror, pero también palabras con la potencia poética que despliega Mindurry en toda su escritura. Tiempos y lugares que se temen y que al mismo tiempo se intentan recuperar. Así que quien lee no puede más que dejarse arrastrar por la voz seductora que, intuimos, nos llevará hacia nuestra propia perdición.
Elena Bossi.
Siguiéndole la corriente al título -o a una parte-, los primeros relatos de este libro podrían leerse como cortometrajes o escenas desordenadas de una película más larga. A medida que avanzamos vamos armando una gran escena familiar. Una que se desarrolla en el corazón del campo argentino: podemos sospechar esa Santa Fe agrícola adonde fue a parar buena parte de la oleada inmigratoria de fines del XIX y principios del XX. Un corazón todavía no contaminado por la soja ni el glifosato pero ya amargo y cruel; lejos de la caricatura simpática de Molina Campos. Un paisaje que se construye con trazos por momentos líricos y hermosos, pero que es también -sobre todo- el escenario de la violencia: de hombres a mujeres, de padres a hijos, de hermanos a hermanas, de niños a animales. No hay nada apacible en esta ruralidad descarnada y hostil con quienes la habitan y la penetran a fuerza de arado. La Juanita es el personaje que vertebra estos relatos y, en la segunda parte, ¿la del detrás de escena, el fuera de cuadro? se convierte en el alma mater del libro. A partir de fotografías del album familiar, en un tono confesional, más despojado de los artificios de la literatura, se completa la película narrada por su nieto.
Ficción y documental al mismo tiempo La Juanita. Su película, le da un golpe de aire fresco a la llamada narrativa autobiográfica.
Selva Almada
Escritora de novelas, ensayos y cuentos cortos; relatos y reflexiones. Su producción gira en torno a temas recurrentes: La identidad, la memoria individual y colectiva. Las partes y el todo.
Colaboradora periodística en diversas publicaciones.
Es Coordinadora del taller “Laboratorio de Autor”.
Publicó las siguientes novelas: Batón y Poder (UNR), Fragmentos (Ciudad Gótica), Crimen en el Pasaje (Ciudad Gótica), Crónica de una Resurrección (Ciudad Gótica), La Ley Muia (Baltasara Editora), Azafrán (Editorial Planeta), Belga Chocolate Belga (Homo Sapiens).
Nació en Santa Fe en 1967, actualmente reside en Arroyo Leyes. Estudió Artes Visuales y Letras.
Publicó: "Niño Pez" (Del aire, 2015), "Malcriada de Acuario" (Objeto editorial, 2017), "Un avión, su piloto y un pájaro" (Caleta Olivia, 2017), "Sabio el pájaro" (Deacá, 2020), "Dominios: gatos y albañiles" (Viajera editorial, 2020), "Dos Cuentos Maravillosos", su primera novela (Baldíos en la lengua, 2020) y "Escribirás sobre nosotras" (La mariposa y la iguana, 2021).
Sus poemas forman parte de, "Martes Verdes Federal", libro colectivo (2021) y "La rebelión de las lombrices" (Somos centelleantes, 2020, libro colectivo) y de las antologías 1 y 2 de la Colectiva de Poetas Santafesinas Feministas, (Traza 2020)
Dirige el proyecto editorial artesanal Ediciones Arroyo junto a su hije, Julián Bosch. También es organizadora del Festival de Poesía de Arroyo Leyes y desarrolla el proyecto de Reserva Poética de Arroyo Leyes, desde 2016, en el territorio de la comuna de Arroyo Leyes, Santa Fe.
Músico y escritor, autor de las novelas “Caza mayor” (Eduvim), “Todavía no cumplí cincuenta y ya estoy muerto” (Océano, México y Barataria, España). Sus últimas novelas son “Los hijos de Saturno” (Negro Absoluto), y “La novela verdadera” (Vestales y Barataria, España), y las novelas juveniles “Dos miserables besos”, “El capitán Gamboa y la cruz de Cuzco” y “El Ñato”. Algunas de sus novelas integran el catálogo de audiolibros de Storytel. También es autor de “Querer escribir, poder escribir”, libro que analiza el proceso creativo y que lleva varias ediciones en diferentes países. Es contratapista de Rosario/12 y ha colaborado con Radar, Perfil, Telam, y La Stampa de Italia. En 2017 Blueart editó su disco "Etcétera" de composiciones propias y está terminando un disco de canciones. Es director del Congreso (Festival) Azabache de Mar del Plata.
El Niño C a veces es Cristian Molina, otras, Juan Molina. Nació en Leones, pero la ruta 9 lo llevó a vivir en Rosario. Escribe, investiga y performatea literatura, con amor y deseo desde su infancia; no le importa demasiado si lo hace bien o no, pero jamás dejará de hacerlo. Es docente de Literatura en la Facultad de Humanidades y Artes, de la UNR y reseñista en diversos espacios de publicación. Forma parte de diversas muestras de poesía y narrativa. Ha participado y organizado festivales y ciclos de poesía y literatura (y le encantan esos espacios de sociabilidad). Entre sus libros se encuentran: Blog (Tropofonía), Un pequeño mundo enfermo (La Bola Editora), Wachi book (Baltasara Editora), Sus bellos ojos que tanto odiaré (Caleta Olivia), Machos de campo (Baldíos en la Lengua), Tengo una tía policía (Ediciones Arroyo), Gerarda, la mutante (Libros Silvestres), Poesía Molotov (Le Pecore Nere).